Para no
olvidar…
¿Qué es exactamente un
tatuaje?
Un
tatuaje es una herida punzante en las capas profundas de tu piel, que se cubre
con tinta. Se realiza penetrando con una aguja la piel e inyectando tinta en la
zona, generalmente creando algún tipo de diseño. Es por esto que los tatuajes
duran, tanto es que son profundos, la tinta no se inyecta en la epidermis que
es la capa superior de la piel que continuamos produciendo y cambiando a lo
largo de toda la vida. Por el contrario, se inyecta en la dermis, la segunda
capa de piel más profunda. Las células de la dermis son muy estables; por lo
tanto, el tatuaje es prácticamente para siempre.
El
uso de tatuajes y piercing se ha vuelto cada vez más popular entre quienes
buscan consolidar su identidad, porque éstos estarían asociados al
individualismo, desafío, libertad, riesgos y fantasías. Además, buena parte de
los ídolos musicales y deportivos de los jóvenes los emplean, lo que, sin duda,
acrecienta su interés por ellos.
Para
muchos jóvenes y adultos, el tatuarse reviste una gran significación, y de
hecho, el poder inmortalizar algún motivo en su cuerpo, es todo un ritual.
Sin embargo…
Durante
el Holocausto,
a todos los prisioneros de los campos de concentración se los tatuaba en el
mismo complejo: en el campo de concentración de Auschwitz.
A los prisioneros que llegaban se les asignaba un número de serie del campo,
que se cosía a sus uniformes. Sólo se daba un número de serie a los prisioneros
seleccionados para trabajar; a los que eran enviados directamente a las cámaras
de gas, no se los registraba ni se los tatuaba.
Al
principio, a los prisioneros que estaban en el hospital o que iban a ser
ejecutados, las autoridades de las SS les marcaban el número de serie del campo
con tinta indeleble en la parte del uniforme que cubría el pecho. Cuando los
prisioneros eran ejecutados o morían de alguna otra manera, se les quitaba la
ropa con el número de serie. Dada la tasa de mortalidad en el campo, era
imposible identificar los cuerpos después de que se les quitaba la ropa. A fin
de identificar los cadáveres de los prisioneros registrados, las autoridades de
las SS iniciaron la práctica del tatuaje.
Al
principio, se usaba un sello especial de metal que tenía números
intercambiables compuestos de agujas de aproximadamente un centímetro de largo.
De este modo era posible marcar el número de serie completo de una sola vez en
la parte superior izquierda del pecho del prisionero. Luego se frotaba tinta en
la herida sangrante.
Como
el método del sello de metal resultó ser poco práctico, se comenzó a usar un
dispositivo de una sola aguja, que perforaba en la piel el contorno de los
dígitos del número de serie. El lugar del tatuaje se cambió al lado externo del
antebrazo izquierdo. Sin embargo, en 1943 los prisioneros de varios transportes
tenían el número tatuado en el lado interno superior del antebrazo izquierdo.
Generalmente, el número se tatuaba cuando se lo asignaba, en el momento del
registro. A los prisioneros enviados directamente a las cámaras de gas nunca se
les asignaba ni tatuaba un número.
Para que la abominación no
se olvide cuando desaparezcan, algunos de sus descendientes se tatúan hoy la
misma cifra en su propia piel.
Algunos,
sobre todo en los años inmediatamente después del Holocausto, vivían el número
como una vergüenza, lo escondían, nunca vestían manga corta.
Otros
le cogieron cariño, era la prueba de su heroísmo, de su resistencia y fuerza, y
algunos lo usan como contraseña de su caja fuerte.
Controvertido
y desgarrador, con su significado de muerte pero, sobretodo de vida, este
potente símbolo ha empezado, sorprendentemente, a prolongar su vida en la piel
de las nuevas generaciones.
Lo llamativo…
Muchos
tatuajes de los adolescentes, actualmente, son relacionados a motivos
escabrosos, lúgubres, tenebrosos o relacionados a la muerte… Quizás estos
dibujos sean tan sólo eso, meros dibujos sin un sentido definido más que el
estético, el de aggiornar el cuerpo.
Tal
vez, estas representaciones manifiesten el espíritu bélico y de destrucción que
ha signado a esta época.
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